La situación: contexto de la movilización
El flujo de migrantes y refugiados que cada día salen de la República Bolivariana de Venezuela constituye la mayor movilización de personas en la historia de Latinoamérica. Para el mes de junio de 2019, y como consecuencia de la crisis económica, institucional y política de ese país, más de 4 millones de venezolanos habían abandonado sus hogares, apostando a una mejor vida y acceso a servicios básicos. De estos, más 3.2 millones se han movilizado a países de Latinoamérica y el Caribe. Las motivaciones de esta movilización son diversas, pero destacan aquellas vinculadas a temas de atención en salud, entre las cuales se encuentra la condición de vivir con VIH/sida. Se trata de personas que buscan acceso a tratamiento antirretroviral y a servicios de salud que garanticen su vida. Muchas de las personas que viven con VIH forman parte de la comunidad LGBTI y por sufrir mayor estigma y discriminación, se convierten en uno de los grupos más vulnerables en contextos de movilidad humana.
La respuesta regional ha demostrado un alto grado de solidaridad y la mayoría de los países receptores han mantenido una política de fronteras abiertas, habilitando refugios, programas e iniciativas de atención para las personas migrantes y refugiadas de origen venezolano. Sin embargo, en muchos de estos países el flujo de personas ha superado las capacidades nacionales, lo que impide una respuesta oportuna y eficiente. En consecuencia, una gran proporción de las personas migrantes y refugiadas se encuentran en situación de vulnerabilidad, y tienen distintas y complejas circunstancias que los convierten en víctimas potenciales de explotación, abuso, violencia, estigma, discriminación y xenofobia. Esta situación ha tenido consecuencias directas en las funciones clave de vigilancia epidemiológica. La mayoría de los países no están generando datos específicos con respecto a las condiciones de salud de migrantes y refugiados. Adicionalmente, la movilidad de la población, el estatus migratorio y las condiciones de pobreza de muchos de los migrantes y refugiados, interfieren en el acceso a los sistemas de salud y a medicamentos. En el caso de las personas migrantes y refugiadas que viven con VIH esta situación es particularmente grave, porque la falta de tratamiento antirretroviral, la discontinuidad en el mismo y los problemas de adherencia, pueden poner en riesgo su vida y afectar el curso de la epidemia en la región.
Los presupuestos de los sistemas de salud en los países receptores están siendo afectados, puesto que la atención de los migrantes y refugiados venezolanos, tiene implicaciones para la sostenibilidad financiera de los servicios en los niveles locales y nacionales. Desde el punto de vista epidemiológico, el flujo mixto hacia los países de la región sin acceso a los servicios básicos de salud, podría tener un impacto considerable para acelerar el resurgimiento de enfermedades infecciosas como la malaria, el mal de Chagas, el dengue, el Zika, entre otras; lo cual amenaza los avances en la salud pública alcanzados en las últimas décadasi.